
¿Cuántas relaciones de pareja después de un tiempo tienen
problemas porque desde el principio no se permitieron hablar, reconocer lo que
no les gusta del otro y pactar para llegar a un acuerdo? ¿No crees que
muchas veces podemos hacer al otro la respuesta que nos "solucionaría"
ciertos aspectos de la vida (emocional, económico, no quedarnos solos,
etc)? Y quizás la pregunta de fondo bien podría ser ¿Por
qué queremos hacer al otro el responsable de satisfacer la demanda afectiva?
¿No crees que uno mismo debería ser responsable no sólo
de sus propias elecciones, sino de sus demandas?
De quedarnos empantanados en la "culpa", en la búsqueda de
comprobaciones para hacerle entender al otro lo que uno "necesita"
y, sobre todo hacerle entender que es el "encargado" de cumplirlo,
sólo nos quedamos jaloneando la relación puesto que lo que estamos
descartando es la posibilidad de escuchar(nos), de reconocernos falibles como
todo ser humano, insistiendo así con quedarnos en un lugar que nos cuesta
girones de piel...
Otro tema, más complicado es la forma en que elegimos una pareja; elección
de la cual cada uno es responsable, así sea esta una conveniente para
el desarrollo de una relación o sólo adecuada a la repetición
que venimos cargando a cuestas y que es inconsciente, pues sólo podemos
dar cuenta de esta a través de percatarnos de que hay algo que va mal
y que se repite una y otra vez.
Las posibilidades y combinatorias que nos pueden conducir a un camino donde
terminamos por dolernos de la elección que hacemos de pareja son múltiples
y acorde a la individualidad de cada sujeto; sin embargo, el resultado es el
mismo: no somos felices.
Si la elección de pareja que hacemos, obedece a una serie de elementos
que, inconscientemente siguen actuando, es pertinente subrayar la importancia
de conocerlos para lograr evitar la repetición que nos atrapa y permitirnos
elegir a otro, a otro conveniente para uno. Estos elementos se les puede ubicar
desde las edades más tempranas, la espesa maraña que se conforma
de recuerdos, identificaciones, afectos, síntomas, frustraciones que
nos van moldeando y que, pese a que hayan sucedido atrás en el tiempo,
se reactualizan en la repetición. Puesto que los seres humanos buscamos
las respuestas a esas añejas demandas, en las acciones, donde lo hecho,
hecho queda.
De esta forma, podemos encontrar a parejas que, por citar varios ejemplos,
se enfrascan en riñas por celos, chantajes, desconfianza, excesos, reproches,
hastío y, en donde en cada discusión la escalan al grado de que
los dos grita, pero ninguno escucha...
¿Cómo escucharse si desde la demanda todo intento parecería
tornarse sólo un balbuceo? Es en un análisis, donde se buscará
darle voz, palabras y sentido a la demanda afectiva y acorde al ritmo que sea
necesario para cada uno, para que sea capaz de reconocerla y reconocerse en
ella; lo crucial, es no perder de vista el tiempo que cada sujeto requerirá
para permitirse leer las cosas desde otro ángulo.
La búsqueda para un hombre y para una mujer es radicalmente distinta
y, bien pareciera que muchos hacen una apuesta por una hipótesis de completud
en el otro ("teniéndolo(a), no necesito nada más"),
pero esto sólo les entramparía con un giro más a su goce
(que no es sinónimo de placer), es decir que sólo harían
más enmarañada la balumba de afectos que, con esos recursos, herramientas
y formas de emplearlas hasta el momento sólo les depararía una
cosa: seguir sufriendo y quedarse en el mismo lugar que tan costoso afectivamente
hablando resulta.
El Psicoanálisis exige así, el mantener presente la recomendación
de Lacan, que el mismo Freud subrayó sobre que, cada caso debe ser estudiado
desde su individualidad, única e irrepetible; además, agregando
que ese acercamiento debería ser como si ignorásemos todo de la
teoría para lograr estar atentos al discurso lanzando sesión a
sesión.
Las crisis que una pareja atraviesa no sólo los hacen sentirse distantes
uno con otro, sino que el verdadero reto de cada una será el poder reconocerse
que en verdad son dos distintos y, desde ahí, en un análisis comprender
la relación no sólo que establecen con ese otro que eligieron,
sino también permitirse conocer y comprender en su relación inconsciente
con su propio goce.
Todos estos elementos, mezclados y reactualizados en la repetición y
la transferencia, vuelven a poner el dedo en la yaga, que insiste en lo que
Lacan puntualizó sobre el amor: “Amar es dar lo que no se tiene
a quien no es”.
Pese a que se nos quedan en el tintero un par de temas, que bien valdría
que tuviera su espacio propio, eso tendrá que ser en otra entrega...